Un grupo de trabajo liderado por una EBT de la Universidad de León está iniciando un proceso de investigación para conseguir la máxima rentabilidad de un cultivo que se produce en España casi de forma exclusiva en la provincia de León
El lúpulo es un cultivo que en España se produce de forma casi exclusiva en la provincia de León, en especial en la ribera del río Órbigo -el resto se limita a algunas zonas de Galicia y La Rioja-, un producto que, sobre todo en el último año, está asistiendo a un cambio de ciclo que requiere de una adaptación a los nuevos tiempos. Y los lupuleros leoneses son conscientes de ello, de ahí que estén poniendo toda la carne en el asador para modernizarse y no perder este ‘carro’ que esperan que les lleve a situarse en los mejores años de este cultivo, cuando llegó a ser conocido como el ‘oro verde’.
Y para ello, la investigación juega un papel importante y hasta ahora estaba totalmente desaparecida de este sector. De ahí el convenio que recientemente han firmado la Sociedad Agraria de Transformación (SAT) Lúpulos de León y una Empresa de Base Tecnológica (EBT) de la Universidad de León (ULE) para iniciar una línea de conocimiento en profundidad en torno al lúpulo para mejorar la calidad, la rentabilidad y ampliar la línea de producción, que ahora mismo tiene recorrido casi de manera exclusiva en el mercado nacional. Se calcula que se produce tan solo el 60 por ciento del lúpulo que se consume en España, y la potencialidad que tiene la provincia de León en esta materia, además de en garantía de producción y capacidad es «muy grande».
Por el momento se están dando los primeros pasos, pero se espera en poder volver a cultivar las 1.700 hectáreas de los mejores años, un reto todavía complicado, teniendo en cuenta que en la actualidad se ronda las 500 hectáreas. La ULE comenzó hace muchos años a estudiar la fertilidad de los suelos en los que se cultiva el lúpulo, pero «no hubo continuidad», reconoce el director del Instituto de la Viña y el Vino, Enrique Garzón. Ahora se ha considerado que es el momento de hacer algo con este sector, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia que se tiene en el área de la viticultura, donde se desarrollan estudios que «son similares» porque los ingredientes fundamentales en ambos casos son el suelo y la planta.
Hasta el momento se han pulsado las inquietudes del sector y se ha desarrollado un mapa de la provincia para conocer la realidad , a través de datos, de la actividad lupulera. Ese primer estudio ha permitido conocer que son 211 los cultivadores de la SAT, que disponen de un total de 529,47 hectáreas, una superficie repartida en 1.210 parcelas con una superficie media de 0,44 hectáreas, si bien la más pequeña tiene 0,03 hectáreas y la más grande 3,79. A estos datos se quiere ahora unir la experiencia de los lupuleros para luego incluir la investigación y el desarrollo. «Hay muchos problemas e inquietudes que hay que abordar, algunos de forma inmediata y otros de forma más lenta», puntualiza Garzón.
En definitiva, lo que se hará es incorporar metodología científica, análisis y conocimiento a la práctica agrícola que se venía desarrollando de forma sistemática, para aportar una dirección técnica y unos estudios de I+D «a medio y largo plazo». También se asumirán tareas de certificación, que es similar a la trazabilidad en el caso del vino, para justificar que se tienen unas características mínimas para la comercialización. En este sentido, el presidente de la SAT Lúpulos de León, Isidoro Alonso, reconoce que se va a producir «un cambio total» en el sector, que incluso va a exportar lúpulo, lo que obliga a ampliar las variedades trabajadas.
El aspecto investigador en el caso del lúpulo está «en mínimos», por lo que a partir de ahora lo único que se puede hacer es «crecer», reconoce el asesor jurídico de la SAT, Carlos González Antón. A raíz de este acuerdo, los lupuleros conocerán los pasos que pueden dar «para ir mejorando poco a poco», teniendo en cuenta que las variedades del lúpulo «son enormes», al igual que la rentabilidad. Se calcula que son más de 1.500 las variedades de lúpulo existentes, aunque las más demandadas no llegan al centenar, y en la provincia de León se ha venido trabajando exclusivamente con una.
En la actualidad se está trabajando sobre todo con aquellas variedades que tienen menor valor añadido y que destinan a las cervezas ‘de batalla’, que son aquellas de carácter industrial. Sin embargo, hay otras que podrían tener «una rentabilidad muchísimo mayor». Garzón explica que hay centros de investigación que están «continuamente hibridando» porque, como ocurre en el mundo del vino, lo que se intenta es que el producto final «sea diferente al de al lado». «Todo lo que sea diversificar y darle valor añadido, marca y vínculo a la zona, es un horizonte que tenemos de futuro», añade González Antón, quien insiste en que se parte de una situación «potencialmente muy buena» desde la que solo se puede crecer.
Líneas de investigación
El lúpulo es un cultivo «muy tradicional» en el que la innovación es casi inexistente hasta ahora, pero las inquietudes «son muchas». Por eso, las líneas de trabajo se centran fundamentalmente en dos aspectos, como son la gestión integral del cultivo y también la sanidad. En el primero de ellos es importante conocer qué es posible conseguir desde un punto de vista agronómico para mejorar ese cultivo, es decir, cómo tiene que estar abonado el suelo, cómo se maneja la planta… y otros aspectos que pueden ser «corrientes» en otros cultivos pero que en el caso del lúpulo no se han probado.
En materia sanitaria, el lúpulo se presenta como un cultivo «muy sensible a la infección por virus» y son varios los virus que pueden tener un efecto grande en la calidad de la flor, porque eso puede disminuir el nivel de las sustancias que dan el amargor a la planta, que fundamentalmente es lo que da valor al lúpulo, explica el investigador de la ULE, Juan José Rubio.
La EBS de la ULE, llamada BRS, está ya trabajando para poner en manos de los agricultores plantas que estén certificadas «como libres de virus», para lo que se está actuando con muchas nuevas variedades «muy importantes para los cerveceros» y que se están pagando «dos y tres veces superiores a lo que se paga la variedad tradicional que aquí se cultiva», añade Rubio. De hecho, ya se ha contactado con una empresa de California para intentar que desarrolle un ‘kit’ de detección rápida de virus, tanto en el suelo como en la planta, de manera que con un único análisis se pueda conocer «cuántos virus hay entre toda la gran variedad de virus que puede haber».
La idea inicial es la de trasvasar al lúpulo el conocimiento que desde la ULE se tiene en el sector de la vid, en aspectos como el desarrollo de métodos de control de patógenos, sobre todo de hongos mediante métodos naturales. «La Comunidad Europea cada vez pone más trabas por legislación al empleo de fungicidas de síntesis química, porque a la larga dan muchos problemas, entonces llevamos varios años en el sector de la vid trabajando con productos naturales que solos o en combinación pueden ser muy efectivos en el control de esas patologías», incide.
Otro aspecto de relevancia es la problemática del secado del lúpulo, algo que hasta ahora se acometía mediante sistemas de secado que empleaban calderas de gasóleo, métodos que resultan «sucios y contaminantes». Sin embargo, ahora se va a elaborar un estudio sobre las condiciones ideales de los secaderos basados sobre todo en el uso de biomasa, que son «más eficientes» y que favorezcan un secado «más suave» dado que las microcerveceras demandan «ser más cuidadosos en el secado para no disminuir los aceites esenciales».
Primeros resultados
Se estima que será a finales de este mismo año cuando se tengan los primeros resultados de todas estas investigaciones, que son las más inmediatas, tal y como las partes han rubricado en el convenio suscrito. Será en ese momento cuando ya se disponga de un mapa del sector del lúpulo, del informe técnico del secado para adoptar las conclusiones oportunas, y desde el punto de vista agronómico, un estudio de varias parcelas para conocer el estado del suelo y si el cultivo tiene algún tipo de deficiencia, y también se hará un análisis de la flor para determinar sus parámetros básicos, a lo que se unirá un diagnóstico de temáticas de I+D.
Será después cuando se analicen aspectos «más complejos», momento en el que el ritmo de los estudios se ralentizará. Sin embargo, serán los primeros resultados los que, en el plazo de seis meses, tendrán una aplicación «más directa» en materia de gestión, lo que permitirá a los profesionales adoptar decisiones a partir de un mayor conocimiento, de manera que serán «más racionales».
Convenio con la Universidad de Washington
Como suele hacerse en estos casos, se ha reflexionado sobre un país referente -además de Alemania- en lo que a cerveza se refiere para conocer el origen y ver cómo se trabaja y lo que se hace, así como la posibilidad de trasladarlo a España. Y ahí Estados Unidos se presenta como un país de una gran evolución, sobre todo en algunas zonas concretas, curiosamente donde se asienta la Universidad de Washington, con la que la ULE trabaja directamente.
Tras ponerse en contacto con la Universidad de Washington, las partes han estimado la necesidad de firmar un convenio que permitiría el intercambio de investigadores «de ida y vuelta». Esto sería un avance «total», no solo para recibir los conocimientos relacionados con los viñedos, sino también entrar en contacto con expertos del lúpulo y adoptar planteamientos que, con esta colaboración «pasarían a velocidades impresionantes».
Asentamiento de población
En las mejores épocas de cultivo de lúpulo en la provincia de León, cuando se alcanzaban las 1.700 hectáreas, podría haber en cada localidad una veintena de agricultores, una cifra que ahora se reduce a uno o dos como máximo. La gente joven se ha marchado de los pueblos a formarse en las grandes ciudades, aunque con este giro en el cultivo, hay quienes no descartan la posiblidad de incorporarse a este cultivo, en especial aquellos que optaron por la ganadería y la agricultura.
«Lo que fue un cultivo muy rentable, dejó de serlo», lamenta Isidoro Alonso, quien sin embargo reconoce que se tiene la suerte de que los agricultores que están introduciéndose en el lúpulo «están muy preparados» porque han apostado por el cultivo en esta nueva era después de haber estudiado fuera de León. «Hay que aprovechar este carro», insisten.